Los objetos, hacen parte de nuestra vida cotidiana, tienden a vivir eternamente a nuestro lado, se apoderan de nuestros espacios de manera contundente, se enquistan, se imponen, se vuelven parte de la familia, se revelan, se disponen a una huelga duradera.
Los objetos alborotan el ánimo, nos quitan la paciencia, nos hacen vulnerables, son deseados, los objetos interactúan en nuestras vidas, sin que nosotros mismos lo entendamos.
Objetos raros, curiosos, lindos, clásicos, eclécticos, insoportablemente necesarios e incluso amados, son nuestra adoración, nuestros tesoros de incalculable valor. Sobrios y extravagantes, simplemente son geniales y nos siguen sin rencores ni pretensiones. Hacen de nuestra vida un constante dilema, empalagan, viven y mueren en nuestras manos o son apreciados por otros, que nos quitan su presencia. ¿Inertes, inmóviles, quietos? - no- son dueños de nuestras vidas y día tras día, mes a mes, año por año, rejuvenecen ante nuestra capacidad de adoración.